El otro día leí en el Noticias que la Iglesia piensa dejar que los hijos de sacerdotes puedan llevar los apellidos del padre y heredar sus bienes personales. Un motivo más para recordar que discrepo en bastantes cosas con la madre de las jerarquías. No digo que no esté de acuerdo con que los hijos hereden de sus padres, ni mucho menos. ¡Que hereden, que por algo los tuvieron! Lo que me lleva a pensar este nuevo giro de la Iglesia es que, sinceramente, no creo que haya motivo para que los sacerdotes y demás miebros de la jerarquía católica tengan que seguir manteniendo celibato (si es que la mayoría lo sigue manteniendo, vaya). Mira que salieron cosas del Concilio de Trento, y esa es una de las que menos entiendo, la verdad.
Dice Gianni Gennari, teólogo y sacerdote con familia, que es "injusto que las diócesis tengan que responder con su patrimonio de la infidelidad y mezquindad de su clero". Por otra parte, no hace mucho salió el "escándalo" del famoso Padre Alberto, al que pillaron in fraganti con la querida en una playa, en actitud no demasiado puritana.
Digo yo que si tan extendido está lo de pasar olímpicamente del voto de castidad y lo que ello conlleva, y si además la Iglesia lo constata y permite, ¿por qué no hacerlo oficial y permitir que sacerdotes, obispos, cardenales y, por supueso, monjas se arrejunten con quien quieran? Yo no veo inconveniente en que, igual que nuestros primos protestantes, nosotros podamos tener representantes tan emparejados como cualquier otro. Eso sí, hombres y mujeres, para todos igual; que el machismo eclesiástico es otro tema interesante, pero ya lo trataré en otro momento. Ahora, con vuestro permiso, me voy a buscar ese calendario de sacerdotes sexys que vi por la tele hace unos días...