Hace un rato que parece que está dormido.
Parece, digo, porque sé que no lo está.
No sé qué estará pasando por su cabeza, pero la cara apacible que tenía antes ahora ha cambiado.
Con su nariz vibrante por culpa del autobús en marcha, peculiarmente infantil, su tranquila inocencia me estaba haciendo sonreír. Hasta ahora, cuando su expresión ha cambiado completamente. No sé si será por algo que he dicho en el breve rato que he estado dormida en su hombro, o si la música que está escuchando le sugiere algo triste, o simplemente está algo nervioso por lo que le espera. Sólo sé que esa expresión de preocupación me preocupa a mí también, llegando a entristecerme. Entristecerme por algo que desconozco, como tantas otras veces.
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